La Prensa. 26 de junio de 2009.
CAMBIO DE GOBIERNO
Carlos Eduardo Galán Ponce (opinion@prensa.com)
Lo que ha ido apareciendo en este período de transición gubernamental va a ser como robarse una tiza en una escuela, cuando se compare con lo que van a encontrar los nuevos funcionarios en sus instituciones asignadas, luego de posesionarse de sus cargos el 1 de julio. ¿A cuánto ascenderán los atracos? De lo que sí se puede tener la seguridad es que su descubrimiento será posible solo porque el actual gobierno perdió las elecciones. De lo contrario... Adiós.
De esas “bellezas” no solo rebosarán los despachos de altos y medianos funcionarios, sino que con el knock out que recibió el PRD en estas elecciones, ellos mismos se encargarán de airear las que “adornan” a algunos de sus más connotados dirigentes. Los trapos sucios, no importa dónde se laven, son sucios. Y con frecuencia ocurre que las manchas, lejos de borrarse, tienden a esparcirse.
Cinco años no serán suficientes para desenmarañar la descomunal rapiña por los dineros públicos que campeó en este período presidencial. Máxime cuando los susodichos son verdaderos expertos en enmascarar sus delitos, con toda clase de argucias legales. Pero su mayor legado administrativo lo han dejado al descubierto. Escuelas por donde parece haber pasado un ciclón, luego de haberse embolsado más de 60 millones de dólares en “reparaciones”.
Un Inadeh deshuesado, tras haberle sustraído la mitad de su presupuesto para politiquear. Delitos de lesa patria, porque la educación es la esencia de la civilización. Por eso, la conformación política–civilista que cada vez que ha ido unida a una contienda acapara más del 60% de los votos, tiene el deber de mantenerse unida.
Solo trate de imaginar un panorama donde estos mismos se hubiesen reelegido. Todos sus delitos hubieran quedado en el mismo olvido donde los mantuvieron mientras los cometían y se les ocurrían otros más rentables.
Los “índices de desarrollo”, el “crecimiento económico” y todas esas cifras del auge en que, según la primera dama, su esposo nos deja al país –que el papel las aguanta con estoica resignación–, parecen medidas con una vara distinta a lo que aparece con solo mirar alrededor, sin siquiera tener que sumar. Los despojos que nos han dejado por país; calles que son una vergonzosa sucesión interminable de cráteres; falta de agua conducida; aguas servidas y pluviales que se disputan las calles con autos y peatones; obras inauguradas a medias para el show, que de paso no les produjeron ni un voto; niños recibiendo clases en las carreteras; escuelas más “ranchas” que antes; hospitales sin medicinas y un Seguro Social “salvado” con el aumento de las cuotas, con sus dueños en filas interminables, esperando por una cirugía y hasta por una cita médica que ya pagaron; pirañas bípedas posesionadas de nuestros ríos para saciar una sed de energía que no es nuestra, mientras los depredadores internacionales horadan nuestras montañas para verter en las nacientes y cristalinas corrientes de agua los restos de sus reactivos venenosos. Ali Baba resucitado, con gorro de charro, instalado en las garitas de peaje de los corredores, con sus “40” con corbata, dispersos por las generadoras eléctricas, las petroleras y las empresas de telefonía.
El patrimonio de la nación cedido alegremente a bordo de aviones privados de los beneficiados, en vuelos de cortesía.
Los poderes del Estado, encargados de nuestra protección, bailaron estos cinco años al son de su mejor conveniencia, desinteresados de la ventura del país y cubriéndose mutuamente sus espaldas en “armónica colaboración”. Todos alentados por la actitud de un presidente que, con la mirada perdida en el vacío, observó este descalabro con indigna indiferencia. Y digo “observó”, porque para esta fecha, ya no debe quedar ni eso. Pero todos esos funcionarios de comportamiento errático, que han quedado protegidos por períodos fijos, mejor es que comiencen a encontrar sus responsabilidades y despierten dándose cuenta de que la época del relajo se acabó. No vayan a cometer el error de equivocarse con Martinelli, porque ahora encontrarán en el solio presidencial a alguien muy diferente. Y a una mayoría de la población cansada de tanta corrupción dispuesta a respaldarlo en su firmeza.
La esperanza de que este relajo terminó, se ha arraigado de tal forma en todos los estratos ciudadanos que no puedo evitar compartir con los lectores un gracioso suceso familiar. El día que se conmemoraba un aniversario más de la masacre en la Plaza de Tiananmen, conversábamos unos amigos sobre la falta de libertades individuales en China, y mi nieta Victoria Koyner, de ocho años, se nos acerca, y al escucharnos pregunta inocentemente a mi esposa: “Oye abuela, y el señor Martinelli no puede arreglar eso?”.
viernes, 26 de junio de 2009
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