
Ebrahim Asvat
Por más de cuatro años, los personeros del gobierno se reían de la oposición. La consideraban insignificante. Se sentían seguros que, en las carreras electorales, iban a salir airosos por muchos períodos más. La efervescencia por el claro mandato otorgado al PRD en el año 2004, les nubló la mente. Prometieron más seguridad, y la empeoraron; dijeron que la corrupción la combatirían a cero, y cerraron los ojos cuando les tocó gobernar.
Todo se paga en la vida mientras las instituciones democráticas funcionen. El sistema electoral le permite a los ciudadanos panameños enviar mensajes claros de aprobación o rechazo.
Al PRD, el país le envió un mensaje alto y claro: ¡Se acabó! Salgan del gobierno, porque le han fallado. El cambio que prometieron no lo cumplieron.
Esa Patria Nueva que anunciaron en el torneo electoral del 2004 resultó un “slogan” de campaña. Cuando llegaron al poder, se pasearon con los ricos y famosos; viajaron al exterior a jugar el papelón de estadistas; perdonaron los delitos de sus copartidarios, y solo denunciaron a voz sonante a los del gobierno anterior.
Los desnudaron cuando les pusieron el mote de “Entran Limpios y Salen Millonarios”, y se quedaron callados. No lo pudieron rebatir. Estaban las lujosas residencias de por medio, los grandes contratos que jamás justificaron ante la opinión pública.
Prometieron una Patria Nueva, y a la primera oportunidad llenaron las planillas del gobierno con toda una gama de ex-norieguistas desde familiares, torturadores, batalloneros y militares represores, en las primeras filas. Le escupieron al país el tenebroso pasado que vivió. Para colmo de males, hasta nombraron a familiares del dictador Noriega y lo justificaron con el cacareo de que “también tienen derecho”. ¿Derecho a qué?
El responsable primario de esta traición al país empieza por el propio mandatario. ¡Así es! El fracaso tiene nombre y apellido. Le tembló la mano al actuar según el mandato conferido. No ejerció su liderazgo para la transformación y se auto adjudicó el enorme esfuerzo que venía construyendo la empresa privada como propio.
El país tiene una sed de justicia. Un interés por las oportunidades. Quiere un sistema de educación, salud y seguridad que funcione. Anhela un gobierno ético. Son las condiciones necesarias para seguir recibiendo el apoyo popular.
Nunca hubo un proyecto de país con Martín Torrijos, y hoy se paga el precio. Díganme si no está justificado y bien pagado. El 3 de mayo del 2009, el pueblo no se equivocó. Se equivocó el PRD y Martín Torrijos. El mandato conferido fue retirado. Las cuentas están saldadas.
Por más de cuatro años, los personeros del gobierno se reían de la oposición. La consideraban insignificante. Se sentían seguros que, en las carreras electorales, iban a salir airosos por muchos períodos más. La efervescencia por el claro mandato otorgado al PRD en el año 2004, les nubló la mente. Prometieron más seguridad, y la empeoraron; dijeron que la corrupción la combatirían a cero, y cerraron los ojos cuando les tocó gobernar.
Todo se paga en la vida mientras las instituciones democráticas funcionen. El sistema electoral le permite a los ciudadanos panameños enviar mensajes claros de aprobación o rechazo.
Al PRD, el país le envió un mensaje alto y claro: ¡Se acabó! Salgan del gobierno, porque le han fallado. El cambio que prometieron no lo cumplieron.
Esa Patria Nueva que anunciaron en el torneo electoral del 2004 resultó un “slogan” de campaña. Cuando llegaron al poder, se pasearon con los ricos y famosos; viajaron al exterior a jugar el papelón de estadistas; perdonaron los delitos de sus copartidarios, y solo denunciaron a voz sonante a los del gobierno anterior.
Los desnudaron cuando les pusieron el mote de “Entran Limpios y Salen Millonarios”, y se quedaron callados. No lo pudieron rebatir. Estaban las lujosas residencias de por medio, los grandes contratos que jamás justificaron ante la opinión pública.
Prometieron una Patria Nueva, y a la primera oportunidad llenaron las planillas del gobierno con toda una gama de ex-norieguistas desde familiares, torturadores, batalloneros y militares represores, en las primeras filas. Le escupieron al país el tenebroso pasado que vivió. Para colmo de males, hasta nombraron a familiares del dictador Noriega y lo justificaron con el cacareo de que “también tienen derecho”. ¿Derecho a qué?
El responsable primario de esta traición al país empieza por el propio mandatario. ¡Así es! El fracaso tiene nombre y apellido. Le tembló la mano al actuar según el mandato conferido. No ejerció su liderazgo para la transformación y se auto adjudicó el enorme esfuerzo que venía construyendo la empresa privada como propio.
El país tiene una sed de justicia. Un interés por las oportunidades. Quiere un sistema de educación, salud y seguridad que funcione. Anhela un gobierno ético. Son las condiciones necesarias para seguir recibiendo el apoyo popular.
Nunca hubo un proyecto de país con Martín Torrijos, y hoy se paga el precio. Díganme si no está justificado y bien pagado. El 3 de mayo del 2009, el pueblo no se equivocó. Se equivocó el PRD y Martín Torrijos. El mandato conferido fue retirado. Las cuentas están saldadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario