
El Panamá América. 21 de mayo de 2009.
Como nunca antes el ahora gobernante partido PRD experimentó el trauma de una derrota estrepitosa que, obligadamente, debe conducir a la serena reflexión y a un acto de introspección que le permita comprender su presente realidad, y los resultados del ejercicio público electoral recientemente realizado.
Es indudable que muchísimos factores se hicieron presente, tanto a lo interno de ese colectivo, como a lo externo de él. La artificial unidad apurada en la fusión de la fórmula presidencial jamás fue asimilada por sectores importantes del partido gobernante. El conjunto adscrito a la corriente navarrista pareciera haber hecho fuerza y sentado su poder en la elección, de manera que aún con el sabor amargo de la derrota en las primarias, parece haber objetado -el 3 de mayo- la candidatura presidencial de su propio partido. Si a esto se le incorpora el desaliento de un número significativo de su membresía, que ha sido objeto de exclusión y de desatención, la presencia omnímoda de personajes de ese mismo compuesto partidista -muchas de ellas manías- que han asumido el papel de tótem, así como la ausencia del debate interno-expresado por los propios-, es entendible el comportamiento asumido de rechazo por las propias huestes perredistas.
Al exterior de ese conjunto, la propia población con el olfato característico que le es propio, supo establecer lo que era necesario desmovilizar, porque no le era útil a sus intereses.En efecto, no era posible mantener la fallida propuesta de seguridad, los vicios y la descomposición social, el sectarismo, el costo altísimo de los servicios básicos y de la familiar canasta alimenticia, la impunidad, el descaro; pero peor aún, la tesis cierta del crecimiento económico como discurso cumplidor, sin la certeza de sus efectos a la población nacional.
Ahora bien, luego del descalabro, y cuando lo pertinente es la asimilación del golpe, para luego tratar de empinarse por encima de la adversidad, el planteamiento de la dirección de la oposición o mejor dicho del liderazgo, expresado por la candidata derrotada, produce un sabor amargo. Si aún la oposición, no se ha conformado debidamente, y si ni siquiera ha definido -porque aún es temprano- su filosofía de resistencia, es inoportuno hablar de liderazgo, y menos cuando es producto de una autodenominación.
Ahora bien, luego del descalabro, y cuando lo pertinente es la asimilación del golpe, para luego tratar de empinarse por encima de la adversidad, el planteamiento de la dirección de la oposición o mejor dicho del liderazgo, expresado por la candidata derrotada, produce un sabor amargo. Si aún la oposición, no se ha conformado debidamente, y si ni siquiera ha definido -porque aún es temprano- su filosofía de resistencia, es inoportuno hablar de liderazgo, y menos cuando es producto de una autodenominación.
Por otro lado la oposición, que es necesaria a cualquier gobierno, tiene toda una responsabilidad y todo un compromiso. No se trata de contravenir por el prurito de hacerlo, sino de todo una propuesta que lleve a la debida inspección de los actos gubernamentales con la finalidad de que se responda a los intereses populares, que se eviten los excesos y la corrupción, y para que no se construya un gobierno para unos cuantos.
El duro cantazo dado al PRD es para meditar profundamente. El pueblo mayoritariamente, legitimó con el voto al sector económico del país, en desmedro de la “llamada representante del sector popular”. No se dejó engañar por los discursos quiméricos que dejaron de ser popularmente auténticos. Desafortunadamente, los sectores populares no han podido crear una verdadera alternativa que le permita al pueblo tener una absoluta presencia y un control de la dirección de la cosa pública panameña.
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