
El Panamá América. 6 de mayo de 2009.
REDACCION
Dentro de la tranquilidad con la que transcurrieron los comicios del domingo 3 de mayo, los panameños observamos algunas cosas que no estaban previstas en el guión. Primero, el margen tan abrumador del triunfo de Ricardo Martinelli, segundo el hundimiento de varios “Titanic” políticos que porfiaban de su invencibilidad; tercero, la rapidez con la que se pudo declarar al ganador.
Pero también vimos a un Presidente de la República casi deprimido dando un mensaje tardío y vacuo, y a una candidata presidencial del PRD que sacó sus verdaderos colores al no tener la hidalguía de felicitar al ganador. No lo hizo en la acostumbrada llamada telefónica privada, ni mucho menos en su discurso de aceptación de la derrota. Pareciera que su círculo íntimo la tuvo engañada hasta el último minuto sobre el verdadero resultado esperado.
La política democrática es pendular. Hay veces en que se gana y otras en que se pierde. Hay veces que se gana perdiendo y veces en que se pierde ganando. Se han establecido dos constantes en la política electoral presidencial. Primero, que siempre gana la oposición al gobierno de turno; y segundo, que el ganador es alguien que corrió en la elección anterior y perdió, pero siguió trabajando y la siguiente la ganó. Así fue con Mireya Moscoso, con Martín Torrijos y ahora con Ricardo Martinelli, que supieron perder primero y después ganaron. De esa manera hubiera podido ser con Balbina Herrera, pero parece que no ha sabido perder.
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